
Quizás simulemos romper la barrera durante algunos instantes, pero vivimos aislados. Como si necesitáramos de una esfera propia donde los olores y los colores sean los nuestros. Elegimos estar solos.
Nos abrazamos, escuchamos, interaccionamos.... pero nuestra esencia se construye en torno a una soledad acomodada.
El hacinamiento nos ahoga. Particularmente siento aversión hacia una aglomeración indiferenciada de gente. No es mi hábitat.
Como leía hace unos días "no se trata de que nos vayan a quitar el plato, sino de que se inmiscuyan en nuestra sopa".