Miro a mi alrededor... y me da la sensación de que actuamos presos de un cartel invisible en el que se puede leer "No tocar".
Parece que no está permitido rozar con intención a la gente de tu entorno. Eso de acariciar, abrazar y sentir está limitado a parejas y madres, el resto parece molestarnos.
No sólo las palabras transmiten (o más bien, estás suelen esconder más cosas de las que revelan) por lo que me gusta prestar atención a esos detalles no verbales, esos que me hacen sentir lo que me transmite quien me habla.
No puedo negar que, en alguna ocasión, me he sentido intimidada por un simple roce con un desconocido. Que he pensado alguna vez que entraban en un círculo del mundo que creo que me pertenece. Es cierto que puedo recordar algún instante en que me sentí invadida.
Pero esas ocasiones son las menos. Demasiadas veces lo que me ocurre es lo contrario... he necesitado que esa persona que me contaba lo que me contaba me lo transmitiera también con sus manos. Algunas veces un abrazo o cualquier otra rebelación contra el cartel "No tocar" me habría hecho sentirme mejor.
Puede tener parte de razón eso de que estamos solos... pero quizás se deba a ese inexplicable miedo a tocar que nos invade.
Desde aquí os invito a hacerme sentir viva... y arropada.
¡Alehop!
ResponderEliminar¿Si... digame?
una sonrisa