Ufff, por fin se acabaron las sonrisas forzadas, las serpentinas y los buenos propósitos.
[Nota mental: "Me tengo que acostumbrar a las navidulis, esa época que siempre me sorprende distraída y que quiera o no cada final de año se me atraganta... como los polvorones.".]
Por ahora se acabaron las estridentes cancioncitas y el color dorado que todo lo envuelve en una esfera cínica. Es momento de sacar las botellas de champán para celebrar que ha llegado la realidad.
Me gusta enfrentarme de nuevo a esa cuadrícula de doce hojas y 52 filas. Ojala rellenemos esos 365 cuadraditos de recuerdos -de esos que arrancan una sonrisa-.
Quiero sentirme viva cada día.
Y a los que están ahí y dan sentido a mi vida... sólo decirles algo: no vamos a permitir que nuestra relación dependa del tiempo y del espacio. Superemos el espacio y nos quedará el aquí. Obviemos el tiempo y tendremos el ahora. Y... entre el aquí y el ahora, ¿no creéis que podemos vernos un par de veces?
¡Feliz dos Mil once!