martes, 9 de marzo de 2010

¡Que todo sume!


Instantes antes de irme a la cama me sumerjo en las primeras páginas de una novela de Kirmen Uribe (Ondárroa, 1970).
El inicio de su novela "Bilbao-Nueva York-Bilbao" me parece tan sugerente que lo transcribiré a continuación con el único propósito de que os pique el gusanillo:

"Los peces y los árboles se parecen.
Se parecen en los anillos. Si hiciéramos un corte horizontal a un árbol
veríamos sus anillos en el tronco. Un anillo por cada año transcurrido,
es así como se sabe la edad del árbol. Los peces también tienen
anillos pero en las escamas. Y al igual que sucede con los árboles,
gracias a ellos sabemos cuántos años tiene el animal.
Los peces nunca dejan de crecer. Nosotros no, nosotros menguamos
a partir de la madurez. Nuestro crecimiento se detiene, y los
huesos comienzan a juntarse. El cuerpo se encoge. Los peces, sin embargo,
crecen hasta que se mueren. Más rápido cuando son jóvenes
y, a partir de cierta edad, más lentamente, pero sin dejar nunca de crecer.
Y por eso tienen anillos en las escamas.
El anillo de los peces lo crea el invierno. El invierno es el tiempo
durante el cual el pez come menos, y el hambre deja una marca oscura
en sus escamas porque su crecimiento es menor durante esta
época. Al contrario que en verano. Cuando los peces no pasan hambre,
no queda ningún rastro en sus escamas.


El anillo de los peces es microscópico, no se ve a primera vista,
pero ahí está. Como si fuera una herida. Una herida que no ha cerrado
bien.
Y como los anillos de los peces, los momentos más difíciles van
marcando nuestras vidas, hasta convertirse en medida de nuestro
tiempo. Los días felices, al contrario, pasan deprisa, demasiado deprisa,
y enseguida se desvanecen."


Cruzo los dedos deseando que los momentos felices perduren tanto como lo hace aquello que nos enseñan los tristes...

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